Para el pueblo de México el día de los muertos tiene una gran tradición y simboliza el cruce entre vivos y muertos. Tiene su origen en los antiguos pobladores y dioses, quienes creían que la muerte sólo era el comienzo del viaje hacia el más allá.
A diferencia de en otros países del mundo y del mismo modo que ocurre en España, es un día de tristeza y nostalgia.
Una tristeza que en México se convierte en una gran fiesta para honrar a los difuntos, dónde se cree que por unas horas estos vuelven al mundo de los vivos y se unen a sus familias.
Dentro de la tradición, el pueblo mexicano elabora dentro de sus casas, así como museos y otros lugares públicos altares de muertos. Cada región, cultura y hogar, tiene su propia tradición familiar para la creación de estos santuarios espirituales.
Aunque cada uno tiene su propio diseño, los altares de dos niveles son los más tradicionales. Estos están representados por el cielo y la tierra en dos planos diferentes mostrando a su vez la vida y la muerte.
También es posible encontrar altares más grandes, con siete niveles, que simbolizan la ascensión que realiza el difunto hasta llegar al cielo y encontrar la paz eterna.
Aunque es aceptado de manera general que el día 1 de noviembre es cuándo las almas regresan al mundo, muchas tradiciones adelantan esta fecha al 29 de octubre para las almas que murieron ahogadas y al 30 ó 31 a aquellas olvidadas y niños que se encuentran en el limbo.
Aunque hemos comentado que cada familia y región tiene su estilo propio y tradiciones, hay elementos de estos altares que nunca faltan, como son:
– Incienso: De vital importancia para limpiar el hogar de malos espíritus y que el alma del difunto pueda llegar sin peligro alguno.
– Papel Picado: Su movimiento nos anuncia la llegada de los difuntos.
– Sal: Para asegurarse de que las almas no se pierdan en su viaje y puedan encontrar su camino de vuelta para regresar el año próximo. En ocasiones se forma una cruz con ella.
– Velas: Representan la luz y la esperanza, el camino que las almas deben seguir para encontrar su hogar. El color y la cantidad de velas también son relevantes para orientarlas, pues son diferentes si se trata de niños o de adultos.
– Agua: Tras el largo camino, el alma debe saciar su sed, de ahí la importancia de su presencia.
– Pan: Representa el cuerpo de cristo, normalmente tiene forma circular.
– Calaveras: En ocasiones de tres tamaños realizadas en azúcar, barro o chocolate, representando la Trinidad. Su presencia recuerda que la muerte está en todas partes. La elaboración de las mismas al igual que con otros elementos depende de si se trata de un alma de niño o de adulto.
– Retrato: Suele estar escondido para dar a entender que está pero no se le puede ver.
– Imágenes y Objetos: Mostrando la devoción del difunto y la familia se suelen colocar imágenes de santos y objetos personales por los que el difunto sentía aprecio.
En el año 2003 esta tradición, ha sido declarada Patrimonio inmaterial de la Humanidad por la UNESCO.